No son pocas las ocasiones en las que el mundo audiovisual —cine, televisión y series— trae a la actualidad uno de esos libros mágicos e intensos que conviene no dejar caer en el olvido. Es entonces cuando los personajes descritos e imaginados durante la lectura cobran forma y, si la adaptación es correcta, resulta difícil pensar que hubieran podido tener otro rostro que el de los actores que los interpretan. Yo, Claudio, de Robert Graves; El Padrino, de Mario Puzo; La Barraca, de Blasco Ibañez; Fortunata y Jacinta, de Galdós… La lista de los libros transformados en películas o en series es muy larga y a ella se ha sumado El cuento de la criada, la obra de Margaret Atwood.

Atwood nació en Ottawa en 1939 y cuentan que era apenas una niña cuando comenzó a escribir. Poetisa, novelista, crítica literaria y profesora, fue nominada al Premio Nobel de Literatura y en 2008 le fue concedido el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. A pesar de su prolífica obra su libro más conocido es El cuento de la criada, en el que nos adentra en una distopía claustrofóbica, brutal, una historia que se convirtió en un bestseller mundial, que se tradujo a más de cuarenta idiomas y que ha inspirado una película, una ópera, un ballet y ahora esta magnífica serie protagonizada por una majestuosa Elisabeth Moss. El título original del libro fue simplemente Offred (Defred en su traducción), pero la autora decidió cambiarlo haciendo un guiño a uno de sus libros preferidos, Los cuentos de Canterbury. The Handmaid’s Tale fue su título final y ha sido mantenido en esta serie que puede verse en HBO.

Gilead es un lugar imaginario y terrorífico, un espacio en la tierra que ha surgido como consecuencia de un nuevo orden político en los Estados Unidos de América. La autora decidió ubicar la acción en este país y no en el suyo porque, según sus propias palabras, “Canadá es el país al que se huye cuando pasan cosas malas”. Y allí comienzan a producirse pequeños cambios que pasan desapercibidos hasta que ya es demasiado tarde. La contaminación ambiental ha mermado el nacimiento de niños y los fundamentalistas toman las riendas de la situación. Es por eso que el eje principal sobre el que gira la trama es la reproducción, voluntaria o forzada, hijos propios o ajenos, todo vale mientras se traigan niños al mundo, aunque para ello se cosifique a la mitad de la población relegándola a ser mera incubadora.

Las mujeres han sido despojadas de sus derechos y viven en un régimen de esclavitud. Han sido trabajadoras, catedráticas, editoras, abogadas… además son madres y, de la noche a la mañana, dejan de tener propiedades —sus depósitos bancarios pasan a sus maridos o al varón más cercano—, se les prohíbe trabajar, son separadas de sus hijos y se las clasifica por grupos.

Las criadas, vestidas de rojo como símbolo de su fertilidad, de la menstruación y la sangre, son aquellas mujeres con posibilidades de procrear y que son entregadas a matrimonios con la idea de que sean fecundadas por el hombre, que a partir de ese momento pasa a ser su dueño hasta el punto de que adoptan su nombre. Offred significa “la mujer de Fred” y por supuesto tienen prohibido pronunciar el que en su día tuvieron. Las esposas visten de azul, las tías —que las “educan” y reprimen hasta convertirlas en guiñapos— lo hacen de marrón… cada cosa en su sitio, clasificada, en perfecto orden aparente.

Pero no nos engañemos. Todos son víctimas en esta historia, incluidos los opresores, los que controlan, los que violan y sus mujeres, las que sujetan a las violadas, las lesbianas castradas, los rebeldes que cuelgan ahorcados de los muros, un orden que termina por estallar por culpa de dos sentimientos incontrolables: el amor y la pasión.

Hay quien asegura que El cuento de la criada es una oda al feminismo, una historia que habla de derechos pisoteados, de cosificación del ser humano, de la prohibición de leer hasta el punto de que las letras han desaparecido (y por tanto jugar al Scrabble es excitante) y que aborda asuntos extrapolables a los de plena actualidad tales como la gestación subrogada a través de vientres de alquiler, la castración a las que se somete a las mujeres en algunas culturas, la falta de libertad para conducir un coche, para tener una cuenta corriente, para tomar decisiones con libertad. Y es que, ya lo dijo la propia autora: “No he escrito nada que no esté pasando en este momento en algún lugar sobre la tierra”. Triste pero real. Un libro imprescindible cuya lectura inquieta como solo las obras maestras pueden hacer. Más que recomendable este Cuento de la criada que hay que leer para entender por qué es importante no dejar de alzar la voz ante las pequeñas injusticias de este mundo. Y es que quizás, después, sea demasiado tarde.

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